domingo, 9 de mayo de 2010

Hoy, domingo 9 de mayo he vuelto a nacer...

Ayer en la tarde, mi hermana Chiqui y yo visitamos a mi mamá en el lugar donde reside, en Cupey Bajo, hace cerca de un año y medio, con otros 6 ancianos. Estuvimos solo 2 horas, que es lo que nos permiten. Y debo aquilatar, aceptar y respetar ese tiempo que se nos concede, porque es el protocolo, como lo indica mi hermana..

Aparte de regalos y un globo gigante de Madres que llevaramos para ella, cargamos todos los "goodies" para efectuar una "fiestecita" de "Madres": con bizcochos de La Hacienda, de limón y pistachio, sin azúcar; refrescos y jugos dietéticos; y mantecados de vainilla y nueces, sin azúcar.

Le regale a mi mamá unos anteojos de sol, con el borde color rosa, hermosos. Le habían puesto una batita nueva, también color rosa con flores atractivas, y le puse una frisita, de esas de bebés, suavecitas, con círculos verdes, rosa y marrón. Se veía preciosa. Disfrutamos mucho y me sentí contenta.

Hoy, domingo, mi hermana Chiqui, viajaba a Chicago, a ver a Yanira, su hija, mi sobrina. Y por ello debía ir sola a visitar a nuestra mamá. Siempre que estoy sola me suceden aventuras de diversa índole.

Trabajé un poco en la mañana con mi bella CompuMacPro y, luego, me preparé para ir rumbo a Cupey. Debía visitar a mi mami, de 12:30 a 1:30, el tiempo que Nivea tiene asignado. Porque es así, y lo debo aceptar. Pero las circunstancias me traicionaron.

Primero, antes de salir, me percaté de que a mi reloj se le había agotado la batería. No tenía la hora correcta. Asi es que estaba tarde.

Segundo, al salir, en acto de desesperación, observé que dos de las llantas del auto estaban un poco vacías, por lo que me detuve a echarle un poco de aire. Perdí tiempo.

Tercero, Llegué 45 minutos tarde y Nivea me regañó. Me sentí muy triste, y apresurádamente le di el postre a mami.  Pero lo disfruto.

Le regalé una mantita rosa, de hilo, con bordados hermosos ; una exquisitez. Y dos batitas bien fresquitas. La acomodé en sus cojines pequeños, pero flamantes.  No me atrevi a requedarme.   Me apresuré a salir a la 1:30, antes de despertar la ira de Nivea.

Al dirigirme al auto, pensé que podría ir a almorzar; pero antes debía detenerme en una gasolinera para abastecerme de gasolina, y así lo hice.

Llene el tanque de gasolina, pero también le solicité al asistente de la bomba que cotejara todo lo necesario en el frente. Presioné el botón para levantar la tapa del bonete; y él me aseguró que todo estaba bien.

Cuarto, me dirigí al Puente Moscoso y, cuando iba por la mitad del trayecto, observé que el viento hizo que una cosa blanca tapara el cristal del frente, donde yo conducía.

Dios mio, de repente me di cuenta que era la tapa del bonete. Me asuste un poco, pero reaccione. A Dios gracias, no rompio el cristal. Observe por el espejo retrovisor para poder salir y ver que podia hacer; y pude iniciar ei acto de mi propio auxilio.

Salí. Como es lógico, nadie se detenía. Así es que pensé que lo mejor era tratar de bajar la tapa como pudiera. Al principio me dio trabajo, pero luego pude hacerlo; pero no cerraba. No era momento de llamar y molestar a nadie en un Día de las Madres.

Sin pedir auxilio a Nuestro Señor, pero comprendiéndolo El, me envió a un Angel, en otro Toyotita, pero rojo. El Angel, luego de hacerme varias preguntas de lo que había sucedido, me empezó a dar instrucciones. Pero El tambien gestó acción proactiva. Ninguno de los dos teníamos, lo que se necesitaba, una soga y tijera.

La creatividad reinó. Le entregué la cinta de mi Medalla Acurileana, pero de nada sirvió. Era muy corta. Traté de desprender la cinta del bultito en donde llevamos la merienda de mami, pero no se pudo.

El Angel buscó en su auto el hilo conductor plástico de su mascarilla de aire y la desprendió del objeto. Fue suficiente para amarrar la tapa del bonete a los huecos en la base del auto.

Santo y Bueno, se despidió el Angel, luego de instruirme a no conducir a velocidad.

Oré, dándole gracias al Señor por bendecirme y permitirme una nueva oportunidad en la vida. Bendije y reitere mi gratitud al Angel que me auxilió en el camino.

Estaba muy asustada y no estaba dispuesta a llegar a casa a llorar o a deprimirme. Conduje lentamente, pensando qué hacer. Pero, no era momento de llamar a nadie para auxiliarme.

Asi es que me dirigí a la Tasca de Yiyo, en la Calle Loiza. Y lo primero que hice fue contarle a mis amigos de la Tasca lo que me había sucedido.

Servicio de primera fue lo que recibí, en menos de 8 minutos. Me trajeron la copita de vino blanco que acostumbro a ingerir, para aplacar el susto y controlar la nerviosidad.

Me dijeron que lo mejor que podía hacer era comerme un chillito entero que estaba sabroso. Don Yiyo me preparó, y acompañó el chillito, dos bolitas majadas de plátano verde, plátano pinto, batata y yautía. aceite de oliva, mucho ajo, y poca sal a gusto.

Cené con mucho gusto y protegida. Y empecé a escribir este recuento. Finalmente, bajada la tensión, pedí otra copita de vino blanco y un flan de queso divino.

Y aquí estoy, iniciando esta nueva trayectoria de mis aventuras para contarlas de vez en cuando y de cuando en vez.

Me di cuenta que ya no es un 22 de mayo, mi cumpleaños, sino un 9.  Y al ser mi primer día de renovación, celebré y cuento esta historia.

Hasta pronto.

Y para los que no me conocen, soy casi nuevamente una bebé,

Luisa del Carmen Carolina Vigo-Cepeda
luisa.delcarmen.carolina@gmail.com

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